domingo, 4 de marzo de 2018

Ejercicios de verano.

Salgo y a mi cuerpo lo cruzan tres corrientes. La primera es muy fría y húmeda; me confunde porque se siente en mis pies y en mis pantorrillas trayendo una frescura desconcertante, que casi llega a molestar. Pero esta es una corriente efímera, sé que acabará pronto y no llegará a dañarme. 

La segunda cruza todo mi tronco y sube hasta la cima de mi cuerpo. Es tibia como una tarde de verano. Me refresca y me da un descanso después de muchas horas de pensar y darle vueltas a ideas absurdas. Quisiera que esta corriente fuera eterna, sin embargo sé que conforme avanza el año se irá, llegaré a olvidarla e incluso seré incapaz de concebirla posible. Así se repetirá el ciclo una y otra vez,  pues es natural, no requiere esfuerzo alguno.

La última es imposible de definir, simplemente está y se sabe distinta a las anteriores. De la tercera corriente no me puedo hacer cargo. Siento su peso sobre mi cabeza, ahí está. Podrá pasar desapercibida para muchos, pero una vez que la detecté me fue imposible ignorarla. Si llegase algún día a entenderla sería afortunada, mas es claro que no todos tienen ese privilegio y no existe una receta o fórmula para dar con la respuesta. 

Que cada cual interprete como quiera a este relato. Para mi es simplemente un ejercicio de lo que pasó una día de marzo.