lunes, 16 de enero de 2017

Un trovador.

Había un trovador, uno que subía a las micros, que deleitaba con su poesía e inspiraba los corazones. 
Que encomibles proezas nos recitaba. Sin saberlo iluminaba los caminos, desde lo más profundo de la mente, mientras algunos su botella agitaban otros oían sin tapujos. Callada y sin escándalo, una luz se iluminaba por dentro. 
Sin saber tampoco que su mensaje calaba hondo en esta mente ebria y extasiada de júbilo. Se guardaba un mensaje secreto, un capricho dirían algunos. Él sólo pedía a su público que a los abandonados cuidaran, los quisiera y protegieran con el calor de un hogar, que a nadie le viene mal un cariño en las mañanas. 
Era la segunda vez que lo veía, pero su imagen permanecía en calma, imborrable en mi memoria tal prosa tan inspirada. Llena de significado, uno propio para cada persona, sin razón ni lógica alguna para tanto corazón sin alma
Camino con los pies descalzos, mi corazón me llama a escribir. Algunos dirán que en lo que guardo voy contando mi destino. 

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