jueves, 23 de mayo de 2019

Decidí olvidarla

Decidí olvidarla porque me harté de que con ella las palabras no significaran nada y se fueran como hojas en el viento. Mi limitada energía no soportó que los esfuerzos siempre tuvieran que venir de esta parte y la paciencia me reclamó que se veía agotada con cada promesa rota. 
Decidí olvidarla por cada día que esperaba verla y terminaba sola; por cada comida que quería compartir y terminaba fría. 
Decidí olvidarla, pese a que me hacía reír, porque fueron muchas las veces en que solo pude llorar. Mi vida se paralizaba, algo en mi pecho reclamaba ayuda. Ninguna risa podía compensar ese peso. 
Decidí olvidarla porque, pese a no haber esperado grandes gestos, ella no era capaz siquiera de realizar los más pequeños por mi. Esos detalles que dan cuenta de un cariño compartido duraron tan poco, que tras un tiempo ya nunca nacieron de forma espontánea
Decidí olvidarla porque buscaba caricias que no llegaban. Y cómo podría haber sido distinto si, en el fondo, estaba tan dañada que ella solo sabía recibirlas.

El llamado de la Luna

Eras intrépida, escalando las paredes, aullando hacia el cielo. Saltabas cualquier obstáculo, saltabas de alegría con todo el cuerpo, porque te movían las ganas de vivir, llena de juventud extasiada y el instinto salvaje. 
Llegaste como una compañía anhelada, pero también marcaste la pauta de nuevas responsabilidades, y, aunque hubo cosas que te habrán molestado, nunca pusiste reparos a la hora de jugar. Como fiel compañera, crecimos al mismo tiempo, nos mantuvimos unidas.
Prometí cuidarte, darte amor y estar hasta el final, y tú, con tus gestos, demostraste haber hecho una promesa similar. 
Donde quiera que estés, que perdure tu impulso innato por dominar la situación y que se mantenga por siempre tu astucia e inteligencia. 

miércoles, 8 de mayo de 2019

La biblioteca de Rubí

"El camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría" William Blake- El matrimonio del cielo y el infierno, Proverbios del infierno, 1790-1793
Rubí tenía, sin intención, una biblioteca de amores y amantes. Oscar recitaba apasionados poemas que humedecían el ambiente y hacían el juego previo de una larga noche. Cada vez que se volvían a encontrar algo de esa candencia se percibía en el ambiente y se escuchaba como un zumbido la vibración invisible de los cuerpos una vez unidos.

A Fernando Rubí lo asociaba con la poesía nostálgica de un ser con múltiples personalidades. Aquel estuvo destinado, desde un comienzo, aunque ella no lo supiera, a ser amante por una noche. Rubí robó su libro en compensación a las ilusiones que permitió que se hiciera, y contra las cuales combatió largamente antes de ceder.

Estaba Juan, el de las novelas históricas; Eduardo, el del existencialismo; Danilo, el del realismo mágico. Algunos tristes amantes no merecían lugar alguno en la biblioteca. Rubí suponía en esos casos que, pese a no tener algo especialmente malo, simplemente no eran de su tipo.

Como fuera, Rubí estaba cada día más convencida de que merecía algo más que citas de pasajes ajenos. Quería que le escribieran poemas y que la miraran de forma única, con la misma pasión y entrega que daba ella. Con esto en mente, decidió continuar paseando entre los pasillos de la biblioteca de Alejandría, sabiendo que no se abriría completamente hasta encontrar a aquel autor que la amara con locura, que estuviera dispuesto a todo, sin temor, y que le escribiera los versos más hermosos. 

Coincidencia

Pasaron los días y el dolor se hizo historia. Si uno mira atrás pareciera que nunca estuvo.
Es curioso cómo te olvidé y preocupante lo fácil que es recordarte. 
Lo único bueno es que ahora intuyo el demonio tras tus ojos.