Decidí olvidarla porque me harté de que con ella las palabras no significaran nada y se fueran como hojas en el viento. Mi limitada energía no soportó que los esfuerzos siempre tuvieran que venir de esta parte y la paciencia me reclamó que se veía agotada con cada promesa rota.
Decidí olvidarla por cada día que esperaba verla y terminaba sola; por cada comida que quería compartir y terminaba fría.
Decidí olvidarla, pese a que me hacía reír, porque fueron muchas las veces en que solo pude llorar. Mi vida se paralizaba, algo en mi pecho reclamaba ayuda. Ninguna risa podía compensar ese peso.
Decidí olvidarla porque, pese a no haber esperado grandes gestos, ella no era capaz siquiera de realizar los más pequeños por mi. Esos detalles que dan cuenta de un cariño compartido duraron tan poco, que tras un tiempo ya nunca nacieron de forma espontánea
Decidí olvidarla porque buscaba caricias que no llegaban. Y cómo podría haber sido distinto si, en el fondo, estaba tan dañada que ella solo sabía recibirlas.
Decidí olvidarla porque buscaba caricias que no llegaban. Y cómo podría haber sido distinto si, en el fondo, estaba tan dañada que ella solo sabía recibirlas.
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