Parafraseando lo que le oí decir a ese famoso cineasta que dedica su tiempo a difundir la meditación "El buen jardinero sabe que cuando el árbol muestra señales de enfermedad, podar las puntas de las ramas y sacar las hojas secas no es suficiente. La enfermedad del árbol está en sus raíces".
Con eso en frente me pregunto si mi árbol se podrá salvar- si yo lo podré salvar- y si será enfermedad lo que veo en algunas hojas descoloridas o es, simplemente, el efecto del clima gélido, que un día sí, que un día no.
Miro mi reflejo en el agua y veo que tengo las ganas de llorar que me aguanté y el cansancio de pedir de vuelta el amor que di. Miro mis manos y están secas de tanto rasquetear la tierra dura, las uñas rotas por aferrarme a la idea de que el árbol se puede salvar y que llegaré a saborear su dulce fruto.
Decido que soy una buena jardinera, que regaré con fresca agua las raíces de mi árbol y que con un poco de ayuda lo haré florecer. Las abejas vendrán a posarse en sus azahares y con el verano llegará también la dicha.
Y si un día mi árbol decide morir, no será culpa de nadie. Es solo que no todos los árboles pueden vivir para siempre.
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