Quiero irme de aquí, de esta ciudad, de este país. Si pudiera me llevaría
todo lo bueno, toda la compañía sincera, el cariño desbordante, las
conversaciones y las risas, los juegos y las caricias. Pero quiero irme de aquí
y eso no se puede. Significa estar sola, pero al menos es una soledad auténtica
y autoimpuesta.
Lavo mi cara para que las lágrimas en ella no se noten y estando frente al
espejo, pero sin mirarme a los ojos, sigo llorando. Llorando por lo que fue y
por lo que será, lo primero que se destiñe y se hace confuso, y lo segundo que
es incognoscible e infinito.
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