La distancia es relativa. Cuando veo un punto al que me gustaría llegar me cuesta reconocer su lejanía, mi mente automáticamente piensa que está cerca, que no parece difícil alcanzarlo. Y si sigo ese impulso, puede que en el camino me de cuenta que realmente no estaba tan cerca como creí, pero suele hacerse más liviano el paso si voy acompañada, y es que la compañía muchas veces acorta las distancias (al menos la bien encaminada, la que no desvía sino que te sigue adonde vas).
La distancia y el camino por recorrer son extremadamente necesarios, pues de otra forma no aprenderíamos. La distancia le da sentido a la vida, y aunque a ratos no la comprendamos, eventualmente veremos las cosas en perspectiva, dimensionando el real peso de cada suceso, valorando cada paso que dimos.
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