viernes, 2 de septiembre de 2016

Contradicciones

Todos cargamos una maleta, a veces no sabemos o solo sospechamos de su existencia.  A veces sabemos que está pero no sabemos cuándo nos pesará más. Puede ser un momento de tranquila reflexión mientras leemos un libro (y gracias libro querido por ser justo lo que necesitaba para luego comenzar a reír). Puede ser en medio de una conversación llena de risas que de pronto se transforman en otra cosa. El peso se siente, tanto si viene de quien desprecias, como si viene de quien sientes como un par. Aquí no hay culpas, no hay errores. Simplemente es una maleta que no queremos ni necesitamos vaciar. Es nuestro yo, nuestra más profunda composición. Y si bien no es propia de uno, nos pertenece, va con nosotros a donde sea y nos determina.
Si algo aprendí es que nunca tenemos que actuar por otros, tenemos que valorar nuestra esencia y las riquezas que hemos adquirido. Mi maleta quizás pesa más a ratos, pero también es la que me permite ser como soy. Y esas sorpresas que a veces nos da el día a día son las que tienen que llenar de alegría y calor nuestros corazones. Si bien ahora no puedo hablar sino desde el dolor, rescato que son esas cosas que guardo bien profundo las que me han modelado, las que espero que (para bien o para mal) siempre guíen mi actuar.

Siempre se puede mejorar, es verdad, siempre se puede aprender. Pero esa esencia, esa historia a medio contar, esos sentimientos que no se necesitan describir, espero que siempre me mantengan con los dos pies sobre la tierra, siempre sintiendo, nunca insensible a la realidad, siempre doliendo si es necesario, para recordar por lo que luchar, por lo que seguir, por lo que avanzar, por lo que vivir.

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