Combato mi nostalgia hace años, me digo que no vale la pena, pero en mi corazón una pequeña parte siempre anhela algo más. Para algunos puede ser fácil dejar todo atrás, vivir la vida sin decirle a quienes los rodean que los quieren, incluso de plano no quererlos. Para mi no. Me protejo de muchos incluso instintivamente. A la mayoría les dejo ver sólo una parte, pero también a veces pierdo mi escudo y me dejo dañar. Aspiro a aprender, pero no es sencillo. Habrá quienes crean entender lo que está pasando, pero no, no lo entienden.
No temo decir “te quiero” porque hasta hace poco, en mi eterna inocencia, siempre
lo dije pensando que el sentimiento era mutuo, aun sin que mediaran palabras o bastándome el tiempo y los momentos vividos. Probablemente seguiré sin temer porque, si bien cuesta
olvidar, es fácil bajar la guardia, y aunque me jure a mi misma que elegiré
cuidadosamente a quienes decírselo, lo más seguro es que me vuelva a equivocar y
que otros volverán a fallarme.
Supongo que no vale mucho la vida si andamos por ella
de puntillas, cuidándonos al extremo de no dejar ver nuestro interior y
nuestros sinceros sentimientos. Para mi un “te quiero” viene del corazón, viene
de la fibra que se conmueve, que admira y se preocupa por el otro. Ojalá todos los “te quiero” fueran igualmente correspondidos, apreciados y
valorados, pero bien se que no es así. Habrá que dejarse llevar, confiar que
los cariños son fuertes, que las experiencias que nos unen importan, que por
algo terminamos todos juntos y los que van quedando en el camino se alejan.
¿Se podrá olvidar? Algunos lo creen imposible. Yo antes pensaba que se podía, pero quizás hasta ahora sólo había tenido que dejar ir cosas sin importancia, cosas que no dolían realmente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario