El cielo estaba rojo y el ambiente se atenuaba por el humo, haciendo que todo pareciera una fotografía antigua. Había un viento raudo que movía su pelo en la dirección de los autos, cubriéndole parcialmente la cara, pero sin que le impidiera ver o ser vista. Sonaban las cuerdas de una guitarra inigualable que acompañaban el ritmo de su caminata, una canción que volvía del pasado olvidado por una mente que sólo retiene parcialmente lo que había sido su vida..."perdámonos por ahí" decía la canción, y ese era el anhelo que hace rato llevaba a cuestas.
Ese día vio varias caras deformes de personas que no podían hacer nada al respecto, y sintió compasión y vergüenza por las cosas superficiales que a veces le aquejaban. En cambio, no sintió lo mismo cuando lo vio a él, simulando que todo era igual, que la vida había seguido sin ninguna fractura y que su presencia merecía el mismo trato que el de los demás.
En ese entonces el instinto no reaccionó, y luego le vino una ola de frío y vacío. Se compuso en breve, pero algo había cambiado en su corazón. Se dio cuenta del valor de algunas cosas y de que la vida no siempre es como la imaginamos, así que decidió ponerse a caminar mientras oscurecía.
Tal como el cielo se volvía negro, sus pensamientos cada vez se nublaban más. En su interior se debatían el deseo por no pensar en ello y la necesidad de ponerle punto final. Sin querer revivir un dolor que (se) creía superado dejó que nuevamente fuera el viento el que la guiara, que fuera la música la que la consolara y que en su llegada estuviera la calma.